Oraciones

Oraciones de consagración

Yo, N. N., me dedico y consagro al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo; le entrego mi persona y mi vida, mis acciones, penas y sufrimientos, para no querer ya servirme de ninguna parte de mi ser sino para honrarle, amarle y glorificarle. Ésta es mi irrevocable voluntad: pertenecerle a Él enteramente y hacerlo todo por amor suyo, renunciando de todo mi corazón a cuando pueda disgustarle.

Te tomo, pues, Corazón divino, como único objeto de mi amor, por protector de mi vida, seguridad de mi salvación, remedio de mi fragilidad y mi inconstancia, reparador de todas las faltas de mi vida, y mi asilo seguro en la hora de la muerte. Sé, pues, Corazón bondadoso, mi justificación para con Dios Padre, y desvía de mí los rayos de su justa indignación. Corazón amorosísimo, en ti pongo toda mi confianza, porque, aun temiéndolo todo de mi flaqueza, todo lo espero de tu bondad. Consume, pues, en mí todo cuanto pueda disgustarte o resistirte. Imprímase tu amor tan profundamente en mi corazón, que no pueda olvidarte jamás, ni verme separado de ti. Ya que quiero constituir toda mi dicha y toda mi gloria en vivir y morir llevando las cadenas de tu esclavitud. Amén.

Rendido a vuestros pies, oh Jesús mío, considerando las inefables muestras de amor que me habéis dado y las sublimes lecciones que me enseña de continuo vuestro adorabilísimo Corazón, os pido humildemente la gracia de conoceros, amaros y serviros como fiel discípulo vuestro, para hacerme digno de las mercedes y bendiciones que generoso concedéis a los que de veras os conocen, aman y sirven.

¡Mirad que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Vos, como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! ¡Mirad que soy muy rudo, oh soberano Maestro, y necesito de vuestras divinas enseñanzas, para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mirad que soy muy débil, oh poderosísimo amparo de los frágiles y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Vos para no desfallecer! Sedlo todo para mí, Sagrado Corazón: socorro de mi miseria, lumbre de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Vos lo espera todo mi pobre corazón. Vos lo alentasteis y convidasteis cuando con tan tiernos acentos, dijisteis repetidas veces en vuestro Evangelio: venid a Mí,… aprended de Mí,… pedid,… llamad,… A las puertas de vuestro Corazón vengo pues hoy, y llamo, y pido, y espero. Del mío os hago, oh Señor, firme, formal y decidida entrega. Tomadlo Vos, y dadme en cambio lo que sabéis me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.

Ven, Espíritu Santo, inflama nuestro corazón en las ansias redentoras del Corazón de Cristo, para que ofrezcamos de veras nuestras personas y obras en unión con Él por la Redención del mundo.

Señor mío y Dios mío Jesucristo: por el Corazón Inmaculado de María me consagro a tu Corazón, y me ofrezco contigo al Padre en tu santo sacrificio del altar, con mi oración y mi trabajo, sufrimientos y alegrías de hoy, en reparación de nuestros pecados y para que venga a nosotros tu Reino.

Te pido, en especial: por el papa y sus intenciones, por nuestro obispo y sus intenciones, por nuestro párroco y sus intenciones.

¡Oh Sacratísimo Corazón de Jesús! Tú manifestarte a santa Margarita el deseo de reinar sobre las familias cristianas. Deseando agradarte, venimos hoy a proclamar Tu absoluto dominio sobre la nuestra. De hoy en adelante queremos vivir Tu vida, queremos que en el seno de nuestras familias florezcan las virtudes a las que prometiste la paz en la tierra y queremos desterrar lejos de nosotros el espíritu mundano que Tú condenaste. Tú tienes que reinar en nuestros entendimientos por la sencillez de nuestra fe, y en nuestros corazones por Tu amor, los cuales arderán para Ti procurando mantener viva esta llama con la frecuente comunión de la Divina Eucaristía.

Dígnate, ¡oh Corazón Divino!, presidir nuestras reuniones, bendecir nuestras empresas espirituales y temporales, apartar nuestras inquietudes, santificar nuestras alegrías y consolar nuestras penas. Si alguna vez alguno de nosotros tiene la desgracia de ofenderte, recordadle, ¡oh Corazón de Jesús!, que sois bueno y misericordioso con los corazones arrepentidos. Y cuando suene la hora de la separación, cuando venga la muerte a lanzar el duelo en medio de nosotros, todos, tanto los que se vayan como los que se queden, estaremos conformes con tus eternos decretos. Nos consolaremos pensando que ha de venir un día en que toda la familia reunida en el cielo podrá cantar eternamente tus glorias y beneficios.

Dígnese el Corazón Inmaculado de María, dígnese el Glorioso Patriarca san José presentarte esta Consagración y mantener en nosotros viva su memoria todos los días de nuestra vida. Amén.

Señor Jesucristo, Hermano, Amigo y Redentor del hombre, mira con amor a los jóvenes aquí reunidos y abre para ellos la fuente eterna de tu misericordia que mana de tu corazón abierto en la cruz.

Dóciles a tu llamada, han venido para estar contigo y adorarte. Con ardiente plegaria los consagro a tu corazón para que, arraigados y edificados en ti, sean siempre tuyos, en la vida y en la muerte.

¡Que jamás se aparten de ti! Otórgales un corazón semejante al tuyo, manso y humilde, para que escuchen siempre tu voz y tus mandatos, cumplan tu voluntad y sean en medio del mundo alabanza de tu gloria, de modo que los hombres, contemplando sus obras, den gloria al Padre con quien vives, feliz para siempre, en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

¡Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano!, miradnos humildemente postrados delante de vuestro altar: vuestros somos y vuestros queremos ser; y a fin de poder vivir más estrechamente unidos con Vos, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a vuestro Sacratísimo Corazón.

Muchos, por desgracia, jamás os han conocido; muchos, despreciando vuestros mandamientos, os han desechado. ¡Oh Jesús benignísimo!, compadeceos de los unos y de los otros y atraedlos a todos a vuestro Corazón Santísimo.

¡Oh Señor!, sed Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Vos, sino también de los hijos pródigos que os han abandonado: haced que vuelvan pronto a la casa paterna, para que no perezcan de hambre y de miseria. Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Vos; devolvedlos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor. Sed Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría, dignaos atraerlos a todos a la luz de vuestro reino. Mirad finalmente con ojos de misericordia a los hijos de aquel pueblo que en otro tiempo fue vuestro predilecto; descienda también sobre ellos, bautismo de redención y de vida, la Sangre que un día contra sí reclamaron. Conceded, ¡oh Señor!, incolumidad y libertad segura a vuestra Iglesia; otorgad a todos los pueblos la tranquilidad en el orden; haced que del uno al otro confín de la tierra no suene sino esta voz: ¡Alabado sea el Corazón Divino, causa de nuestra salud!; a Él se entonen los cánticos de honor y de gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Oraciones de reparación

Señor Jesús: Tú compartiste nuestra vida humana, alegrías y penas, y, sin acusarnos, por amor, cargaste con la responsabilidad de nuestras culpas para redimirnos. Ayúdanos a seguir tu ejemplo desde nuestra situación de pecadores redimidos. Ante ti, Señor, nos sentimos sinceramente responsables de un mundo al que pertenecemos, que estamos contribuyendo a forjar, y con el que estamos comprometidos especialmente por tu amor. Avergonzados de nuestras obras, fruto del olvido o rechazo culpable de tus enseñanzas, te pedimos perdón y ayuda.

Por las propagandas de ateísmo, las blasfemias contra el nombre de Dios y el desprecio de sus obras. Perdón, Señor, perdón.

Por los ataques y persecuciones a la Iglesia y a sus miembros, por las críticas destructivas, superficiales, intencionadas o inconscientes. Perdón, Señor, perdón.

Por todas las opresiones, injusticias, violencias que atentan contra la libertad y los derechos del hombre en el plano político, social, laboral y familiar. Perdón, Señor, perdón.

Por todas las inmoralidades y corrupciones que condicionan y empujan al individuo a una degradación moral o física, disuelven los vínculos familiares y desenfocan los verdaderos valores de la vida. Perdón, Señor, perdón.

Por todos los escándalos, los respetos humanos, los sacrilegios y las profanaciones al Santísimo Sacramento. Perdón, Señor, perdón.

Oremos: Señor, Dios nuestro, que concedes a los justos el premio de tus méritos y a los pecadores que hacen penitencia les perdonas sus pecados, ten piedad de nosotros y danos, por la humilde confesión de nuestras culpas, tu paz y tu perdón para que venga tu Reino de Amor. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

  • Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo! ¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman!
  • Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te adoro profundamente y te ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación de los ultrajes con los que Él es ofendido. Por los méritos infinitos del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pecadores. Amén.

Bendito sea Dios.
Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendito sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Consolador.
Bendito sea la Incomparable Madre de Dios la Santísima Virgen María.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el Nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José su castísimo esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.

¡Oh dulcísimo Jesús!, cuyo inmenso amor a los hombres no ha recibido en pago, de los ingratos, más que olvido, negligencia y menosprecio, vednos postrados ante vuestro altar, para reparar, con especiales homenajes de honor, la frialdad indigna de los hombres y las injurias con que, en todas partes, hieren vuestro amantísimo Corazón.

Mas, recordando que también nosotros alguna vez nos manchamos con tal indignidad, de la cual nos dolemos ahora vivamente, deseamos, ante todo, obtener para nuestras almas vuestra divina misericordia, dispuestos a reparar, con voluntaria expiación, no sólo nuestros propios pecados, sino también los de aquellos que, alejados del camino de la salvación y obstinados en su infidelidad, o no quieren seguiros como a Pastor y Guía, o, conculcando promesas de bautismo, han sacudido el suavísimo yugo de vuestra ley.

Nosotros queremos expiar tan abominables pecados, especialmente la inmodestia y la deshonestidad de la vida y de los vestidos, las innumerables asechanzas tendidas contra las almas inocentes, la profanación de los días festivos, las execrables injusticias proferidas contra Vos y contra vuestros Santos, los insultos dirigidos a vuestro Vicario y al Orden Sacerdotal, las negligencias y horribles sacrilegios con que es profanado el mismo Sacramento del Amor, y, en fin, los públicos pecados de las naciones que oponen resistencia a los derechos y al magisterio de la Iglesia por Vos fundada.

¡Ojalá que nos fuese dado lavar tantos crímenes con nuestra propia sangre! Mas, entre tanto, como reparación del honor divino conculcado, uniéndola con la expiación de la Virgen nuestra Madre, de los Santos y de las almas buenas, os ofrecemos la satisfacción que Vos mismo ofrecisteis un día sobre la Cruz al Eterno Padre y que diariamente se renueva en nuestros altares, prometiendo de todo corazón que, en cuanto nos sea posible y mediante el auxilio de vuestra gracia, repararemos los pecados propios y ajenos, y la indiferencia de las almas hacia Vuestro Amor, oponiendo la firmeza en la fe, la inocencia de la vida y la observancia perfecta de la ley evangélica, sobre todo de la caridad, mientras nos esforzamos además por impedir que seáis injuriado y por atraer a cuantos podamos, para que vayan en vuestro seguimiento.

¡Oh benignísimo Jesús!, por intercesión de la Santísima Virgen María Reparadora, os suplicamos que recibáis este voluntario acto de reparación; concedednos que seamos fieles a vuestros mandatos y a vuestro servicio hasta la muerte y otorgadnos el don de la perseverancia, con el cual lleguemos felizmente a la gloria, donde, en unión del Padre y del Espíritu Santo, vivís y reináis Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.

¡Oh Corazón clementísimo de Jesús!, divino propiciatorio por el cual prometió el Eterno Padre que oiría siempre nuestras oraciones: yo me uno con Vos para ofrecer a vuestro Eterno Padre este mi pobre y mezquino corazón, contrito y humillado en su divino acatamiento, y deseoso de reparar cumplidamente sus ofensas, en especial las que Vos recibís de continuo en la Eucaristía, y señaladamente las que yo, por mi desgracia, también he cometido. Quisiera, divino Corazón, lavar con lágrimas y borrar con sangre de mis venas las ingratitudes con que todos hemos pagado vuestro tierno amor. Junto mi dolor, aunque tan leve, con aquella angustia mortal que os hizo en el huerto sudar sangre a la sola memoria de nuestros pecados. Ofrecédselo, Señor, a vuestro Eterno Padre, unido con vuestro amabilísimo Corazón. Dadle infinitas gracias por los grandes beneficios que nos hace continuamente, y supla vuestro amor nuestra ingratitud y olvido. Concededme la gracia de presentarme siempre con gran veneración ante el acatamiento de vuestra divina Majestad, para resarcir de algún modo las irreverencias y ultrajes que en vuestra presencia me atreví a cometer, y que de hoy en adelante me ocupe con todas mis fuerzas en atraer con palabras y ejemplos muchas almas que os conozcan y gocen las delicias de vuestro Corazón. Desde este momento me ofrezco y dedico del todo a dilatar la gloria de este sacratísimo y dulcísimo Corazón. Le elijo por el blanco de todos mis afectos y deseos, y desde ahora para siempre constituyo en él mi perpetua morada, reconociéndole, adorándole y amándole con todas mis ansias, como que es el Corazón de mi amabilísimo Jesús, de mi Rey y soberano dueño, Esposo de mi alma, Pastor y Maestro, verdadero Amigo, amoroso Padre, Guía segura, firmísimo Amparo y Bienaventuranza. Amén.

Letanías, salutaciones y oraciones

Señor, ten piedad de nosotros
Cristo, ten piedad de nosotros
Señor, ten piedad de nosotros
Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos
Padre Eterno, Dios de los cielos, ten piedad de nosotros
Dios Hijo, Redentor del mundo,
Dios Espíritu Santo,
Santa Trinidad, un solo Dios,
Corazón de Jesús, Hijo del Eterno Padre,
Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en el seno de la Virgen Madre,
Corazón de Jesús, unido sustancialmente al Verbo de Dios,
Corazón de Jesús, de majestad infinita,
Corazón de Jesús, templo santo de Dios,
Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo,
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo,
Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor,
Corazón de Jesús, hoguera ardiente de caridad,
Corazón de Jesús, asilo de justicia y de amor,
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes,
Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza,
Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones,
Corazón de Jesús, en quien están todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia,
Corazón de Jesús, en quien habita toda la plenitud de la divinidad,
Corazón de Jesús, en quien el Padre halló sus complacencias,
Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos hemos recibido,
Corazón de Jesús, deseo de los eternos collados,
Corazón de Jesús, paciente y de mucha misericordia,
Corazón de Jesús, rico para todos lo que te invocan,
Corazón de Jesús, fuente de vida y de santidad,
Corazón de Jesús, propiciación de nuestros pecados,
Corazón de Jesús, saciado de oprobios,
Corazón de Jesús, despedazado por nuestros delitos,
Corazón de Jesús, perforado por una lanza,
Corazón de Jesús, fuente de toda consolación,
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra,
Corazón de Jesús, víctima de los pecadores,
Corazón de Jesús, salvación de los que en Ti esperan,
Corazón de Jesús, esperanza de los que en Ti mueren,
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos,
Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo, perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo, escúchanos; Señor.
Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo, ten misericordia de nosotros.
Jesús, manso y humilde de corazón, haz nuestro corazón semejante al tuyo.

Omnipotente y sempiterno Dios, mirad al Corazón de vuestro amadísimo Hijo y a las alabanzas y satisfacciones que os dio en nombre de los pecadores, y conceded propicio el perdón a los que imploran vuestra misericordia, en nombre de vuestro mismo Hijo Jesucristo, que con Vos vive y reina en unión con el Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. Amén.

Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Dios, Padre Celestial, ten misericordia de nosotros.
Dios, Hijo Redentor del mundo, ten misericordia de nosotros.
Dios, Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.

Misericordia divina,
Que brota del seno del Padre, en Ti confío.
Supremo atributo de Dios, en Ti confío.
Misterio incomprensible, en Ti confío.
Fuente que brota del misterio de la Santísima Trinidad, en Ti confío.
Insondable para todo entendimiento humano o angélico, en Ti confío.
De donde brotan toda vida y felicidad, en Ti confío.
Más sublime que los cielos, en Ti confío.
Fuente de milagros y maravillas, en Ti confío.
Que abarca todo el universo, en Ti confío.
Que baja al mundo en la Persona del Verbo Encarnado, en Ti confío.
Que manó de la herida abierta del Corazón de Jesús, en Ti confío.
Encerrada en el Corazón de Jesús para nosotros y especialmente para los pecadores, en Ti confío.
Impenetrable en la institución de la Sagrada Hostia, en Ti confío.
En el sacramento del Santo Bautismo, en Ti confío.
En nuestra justificación por Jesucristo, en Ti confío.
Que nos acompaña durante toda la vida, en Ti confío.
Que nos abraza especialmente a la hora de la muerte, en Ti confío.
Que nos otorga la vida inmortal, en Ti confío.
Que nos acompaña en cada momento de nuestra vida, en Ti confío.
Que nos protege del fuego infernal, en Ti confío.
En la conversión de los pecadores empedernidos, en Ti confío.
Asombro para los ángeles, incomprensible para los Santos, en Ti confío.
Insondable en todos los misterios de Dios, en Ti confío.
Que nos rescata de toda miseria, en Ti confío.
Fuente de nuestra felicidad y deleite, en Ti confío.
Que de la nada nos llamó a la existencia, en Ti confío.
Que abarca todas las obras de sus manos, en Ti confío.
Corona de todas las obras de Dios, en Ti confío.
En la que estamos todos sumergidos, en Ti confío.
Dulce consuelo para los corazones angustiados, en Ti confío.
Única esperanza de las almas desesperadas, en Ti confío.
Remanso de corazones, en Ti confío.
Paz ante el temor, en Ti confío.
Gozo y éxtasis de las almas santas, en Ti confío.
Que infunde esperanza, perdida ya toda esperanza, en Ti confío.

Oh Dios Eterno, en quien la misericordia es infinita y el tesoro de compasión inagotable, vuelve a nosotros Tu mirada bondadosa y aumenta Tu misericordia en nosotros, para que en momentos difíciles no nos desesperemos ni nos desalentemos, sino que, con gran confianza, nos sometamos a Tu santa voluntad, que es el Amor y la Misericordia mismos. Amén.

Amor del Corazón de Jesús, abrasad mi corazón.
Hermosura del Corazón de Jesús, cautivad mi corazón.
Bondad del Corazón de Jesús, atraed mi corazón.
Caridad del Corazón de Jesús, derramaos en mi corazón.
Clemencia del Corazón de Jesús, consolad mi corazón.
Dominio del Corazón de Jesús, sujetad mi corazón.
Dulzura del Corazón de Jesús, penetrad mi corazón.
Equidad del Corazón de Jesús, relad mi corazón.
Eternidad del Corazón de Jesús, llenad mi corazón.
Fidelidad del Corazón de Jesús, proteged mi corazón.
Fuerza del Corazón de Jesús, sostened mi corazón.
Gloria del Corazón de Jesús, ocupad mi corazón.
Grandeza del Corazón de Jesús, confundid mi corazón.
Humildad del Corazón de Jesús, anonadad mi corazón.
Inmutabilidad del Corazón de Jesús, fijad mi corazón.
Justicia del Corazón de Jesús, no abandonéis mi corazón.
Liberalidad del Corazón de Jesús, enriqueced mi corazón.
Luz del Corazón de Jesús, iluminad mi corazón.
Misericordia del Corazón de Jesús, perdonad mi corazón.
Obediencia del Corazón de Jesús, someted mi corazón.
Paciencia del Corazón de Jesús, no os canséis de mi corazón.
Presencia del Corazón de Jesús, aficionad mi corazón.
Providencia del Corazón de Jesús, velad sobre mi corazón.
Reino del Corazón de Jesús, estableceos en mi corazón.
Sabiduría del Corazón de Jesús, conducid mi corazón.
Santidad del Corazón de Jesús, purificad mi corazón.
Silencio del Corazón de Jesús, hablad a mi corazón.
Ciencia del Corazón de Jesús, enseñad a mi corazón.
Poder del Corazón de Jesús, asegurad mi corazón.
Voluntad del Corazón de Jesús, disponed de mi corazón.
Celo del Corazón de Jesús, devorad mi corazón.

Salve, Corazón de Jesús, sálvame.
Salve, Corazón de mi Salvador, libértame.
Salve, Corazón de mi Creador, perfeccióname.
Salve, Corazón de mi Maestro, enséñame.
Salve, Corazón de mi Bienhecho, enriquéceme.
Salve, Corazón de Jesús moribundo en la cruz, expía por mí.
Salve, Corazón de Jesús, en todos tus estados, entrégate a mí.
Salve, Corazón de incomparable bondad, perdóname.
Salve, Corazón Caritativo, obra en mí.
Salve, Corazón Misericordioso, responde por mí.
Salve, Corazón humilde, descansa en mí.
Salve, Corazón admirable y digno, bendíceme.
Salve, Corazón pacífico, seréname.
Salve, Corazón deseable y muy hermoso, embelésame.
Salve, Corazón Sagrado, bálsamo precioso, consérvame.
Salve, Corazón bendito, medicina y remedio de nuestros males, cúrame.
Salve, Corazón de Jesús, consuelo de los afligidos, consuélame.
Salve, Corazón de Jesús, modelo de perfección, ilústrame.
Salve, Corazón divino, origen de toda felicidad, fortifícame.

¡Oh Corazón de Jesús!, Dios y Hombre verdadero, delicia de los Santos, refugio de los pecadores y esperanza de los que en Ti confían; Tú nos dices amablemente: Vengan a mí; y nos repites las palabras que dijiste al paralítico: Confía, hijo mío; tus pecados te son perdonados, y a la mujer enferma: Confía, hija; tu fe te ha salvado; y a los Apóstoles: Confíen, yo soy, no teman.

Animado con estas palabras, acudo a Ti con el corazón lleno de confianza, para decir sinceramente y de lo más íntimo de mi alma: Corazón de Jesús, en Ti confío.

En mis alegrías y tristezas, Corazón de Jesús, en Ti confío.
En mis negocios y empresas,
En mis prosperidades y adversidades,
En las necesidades de mi familia,
En las tentaciones del demonio,
En las instigaciones de mis propias pasiones,
En las persecuciones de mis enemigos,
En las murmuraciones y calumnias,
En mis enfermedades y dolores.
En mis defectos y pecados,
En la santificación y salvación de mi alma,
Siempre y en toda ocasión,
En vida y muerte,
En tiempo y eternidad,

Corazón de mi amable Jesús, confío y confiaré siempre en tu bondad; y por el Corazón de tu Madre, te pido que no desfallezca nunca esta mi confianza en Ti, a pesar de todas las contrariedades y de todas las pruebas que Tu quisieras enviarme, para que, habiendo sido mi consuelo en vida, seas mi refugio en la hora de la muerte y mi gloria por toda la eternidad. Amén.

Primer viernes del mes

«Prometo, en el exceso de la misericordia de mi Corazón, que mi amor todopoderoso concederá a todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos la gracia de la penitencia final; no morirán en mi desgracia ni sin recibir los Sacramentos y mi Corazón será su seguro refugio en aquella hora».

Oración:

¡Oh Jesús mío!, que en vuestra infinita misericordia prometisteis la gracia de la perseverancia final a los que comulgaren en honra de vuestro Sagrado Corazón nueve primeros viernes de mes seguidos: acordaos de esta promesa y a mí, indigno siervo vuestro que acabo de recibiros sacramentado con este fin e intención, concededme que muera detestando todos mis pecados, creyendo en Vos con fe viva, esperando en vuestra inefable misericordia y amando la bondad de vuestro amantísimo y amabilísimo Corazón. Amén.

Oraciones que el Sagrado Corazón inspiró a los santos

¡Oh Señor Jesús, oh mar inmenso! ¿Por qué tardas en recibir esta débil gota de agua en tu plenitud? Todo el deseo de mi alma, tan ardiente como dulce, es salir ahora de mí mismo y entrar en Ti.

Ábreme, como un refugio de salvación, tu Corazón tan amado. El mío ya no lo tengo, pues eres Tú, ¡oh mi querido tesoro!, quien lo ha tomado y lo guardas dentro de Ti. De Ti vive únicamente, y lo has transformado, a pesar de su miseria, en el tuyo. Mi alma desea fundirse en sus llamas para no vivir más que para Ti.

¡Qué dulce es esta unión! ¡Qué superior a cualquier otro modo de vivir es esta íntima familiaridad contigo! Hazme respirar tu paz divina y la misericordia que hay en Ti, que eres el rico y abundante tesoro de las más diversas consolaciones.

Te pido que mi alma se convierta y se vuelva totalmente hacia Ti, en tu tierno Corazón encuentre yo la plena satisfacción de todas mis ansias, y el logro de todos mis anhelos. Amén.

¡Oh Corazón de mi único amor, Jesús! No pudiendo amarte, honrarte y glorificarte según la medida del deseo que me inspiras, invito al cielo y a la tierra a hacerlo por mí. ¿Por qué no inflamas el cielo y la tierra en tus más puras llamas, para consumir en ellas todo lo que encierran, a fin de que todas las criaturas no respiren más que tu amor?

Hazme morir o sufrir o, al menos, cámbiame toda en corazón para amarte, consumiéndome en tus más vivos ardores. ¡Oh fuego divino! ¡Oh llamas del Corazón de mi único amor, Jesús!, abrásame sin piedad, consúmeme sin resistencia, ven a mi corazón para reducirme a cenizas. ¡Oh fuego devorador de la Divinidad, ven, ven a prender en mí! Abrásame, consúmeme en tus más vivas llamas, que hacen vivir a los que en ellas mueren.

En reparación de tantos ultrajes y de tan crueles ingratitudes, oh adorable y amable Corazón de Jesús, y para evitar en cuanto de mí dependa el caer en semejante desgracia, yo te ofrezco mi corazón con todos los sentimientos de que es capaz; me entrego enteramente a Ti, y desde este momento manifiesto mi deseo de olvidarme de mí mismo para remover el obstáculo que pudiera impedirme la entrada en tu Divino Corazón, que tienes la bondad de abrirme, y donde deseo entrar para vivir y morir, penetrado enteramente y abrasado por tu amor.

Sagrado Corazón de Jesús: enséñame el perfecto olvido de mí mismo, ayúdame para que no haga nada que no sea digno de Ti. Enséñame lo que debo hacer para llegar a la pureza de tu amor, cuyo deseo me has inspirado. Siento en mí una gran voluntad de agradarte, y una impotencia aún mayor de lograrlo, sin una luz y socorro que no puedo esperar sino de Ti.

Haz en mí tu voluntad, Señor.

Conozco tu miseria, las luchas y tribulaciones de tu alma, la debilidad y las dolencias de tu cuerpo; conozco tu cobardía, tus pecados y tus flaquezas. A pesar de todo te digo: dame tu corazón, ámame tal como eres.

Si para darme tu corazón esperas ser un ángel, nunca llegarás a amarme. Aún cuando caigas de nuevo, muchas veces en esas faltas que jamás quisieras cometer y seas un cobarde para practicar la virtud, no te consiento que me dejes de amar.

Ámame tal como eres. Ámame en todo momento cualquiera que sea la situación en que te encuentras, de fervor o sequedad, de fidelidad o de traición. Ámame tal como eres. Déjate amar. Quiero tu corazón. En mis planes está moldearte, pero mientras eso llega, te amo tal como eres. Y quiero que tú hagas lo mismo. Deseo ver tu corazón que se levanta desde lo profundo de tu miseria: amo en ti incluso tu debilidad. Me gusta el amor de los pobres, quiero que desde la indigencia se levante incesantemente este grito: Te amo, Señor. Lo que me importa es el canto de tu corazón. ¿Para qué necesito yo tu ciencia o tus talentos? No te pido virtudes, y aun cuando yo te las diera, eres tan débil, que siempre se mezclaría en ellas un poco de amor propio. Pero no te preocupes por eso… Preocúpate sólo de llenar con tu amor el momento presente.

Hoy me tienes a la puerta de tu corazón, como un mendigo, a mí que soy el Señor de los señores. Llamo a tu puerta y espero. Apresúrate a abrirme. No alejes tu miseria. Si conocieras plenamente la dimensión de tu indigencia, morirías de dolor. Una sola cosa podría herirme el corazón: ver que dudas y que te falta confianza.

Quiero que pienses en mí todas las horas del día y de la noche. No quiero que realices ni siquiera la acción más insignificante por un motivo que no sea el amor. Cuando te toque sufrir, yo te daré fuerzas. Tú me diste amor a mí. Yo te haré amar a ti más de lo que hayas podido soñar. Pero recuerda sólo esto: ámame tal como eres.

Dios mío, estoy tan persuadido de que velas sobre todos los que en Ti esperan y de que nada puede faltar a quien de Ti aguarda todas las cosas, que he resuelto vivir en adelante sin cuidado alguno, descargando sobre Ti todas mis inquietudes. Mas yo dormiré en paz y descansaré, porque Tú, ¡oh Señor!, sólo Tú, has asegurado mi esperanza.

Los hombres pueden despojarme de los bienes y de la reputación; las enfermedades pueden quitarme las fuerzas y los medios de servirte; yo mismo puedo perder tu gracia por el pecado; pero no perderé mi esperanza; la conservaré hasta el último instante de mi vida y serán inútiles todos los esfuerzos de los demonios del infierno para arrancármela. Dormiré y descansaré en paz.

Que otros esperen su felicidad de su riqueza o de sus talentos; que se apoyen sobre la inocencia de su vida, o sobre el rigor de su penitencia, o sobre el número de buenas obras, o sobre el fervor de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor, toda mi confianza es mi confianza misma. Porque Tú, Señor, sólo Tú, has asegurado mi esperanza.

A nadie engañó esta confianza. Ninguno de los que han esperado en el Señor ha quedado frustrado en su confianza. Por tanto, estoy seguro de que seré eternamente feliz, porque firmemente espero serlo y porque de Ti, ¡Oh Dios mío!, es de quien lo espero. En Ti esperaré, Señor, y jamás seré confundido.

Sé que soy frágil e inconstante; sé cuánto pueden las tentaciones contra la virtud más firme; he visto caer los astros del cielo y las columnas del firmamento; pero nada de esto puede aterrarme. Mientras mantenga firme mi esperanza, me conservaré a cubierto de todas las calamidades; y estoy seguro de esperar siempre, porque espero igualmente esta invariable esperanza.

En fin, estoy seguro de que no puedo esperar con exceso de Ti y de que conseguiré todo lo que espero. Así, espero que me sostendrás en las más rápidas y resbaladizas pendientes, que me fortalecerás contra los más violentos asaltos y que harás triunfar mi flaqueza sobre mis más formidables enemigos. Espero que me ames siempre; yo te amaré sin interrupción; y para llevar de una vez toda mi esperanza tan lejos como pueda llevarla, te espero a Ti mismo para caminar contigo, ¡oh Creador mío!, para el tiempo y para la eternidad. Así sea.

Es verdad. Estoy a la puerta de tu corazón, de día y de noche. Aún cuando no estás escuchando, aún cuando dudes que pudiera ser yo, ahí estoy: esperando la más pequeña señal de respuesta, hasta la más pequeña sugerencia de invitación que Me permita entrar.

Y quiero que sepas que cada vez que me invitas. Yo vengo siempre, sin falta. Vengo en silencio e invisible, pero con un poder y un amor infinitos, trayendo los muchos dones de Mí Espíritu. Vengo con Mi misericordia, con Mi deseo de perdonarte y de sanarte, con un amor hacia ti que va más allá de tu comprensión. Un amor en cada detalle, tan grande como el amor que he recibido de Mi Padre («Yo los he amado a ustedes como el Padre me ama a mí…» (Jn. 15,10). Vengo deseando consolarte y darte fuerza, levantarte y vendar todas tus heridas. Te traigo Mi luz, para disipar tu oscuridad y todas tus dudas. Vengo con Mi poder, que me permite cargarte a ti: con Mi gracia, para tocar tu corazón y transformar tu vida. Vengo con Mi paz, para tranquilizar tu alma.

Te conozco como la palma de mi mano, sé todo acerca de ti, hasta los cabellos de tu cabeza he contado. No hay nada en tu vida que no tenga importancia para mí. Te he seguido a través de los años y siempre te he amado, hasta en tus extravíos. Conozco cada uno de tus problemas. Conozco tus necesidades y tus preocupaciones y, si, conozco todos tus pecados. Pero te digo de nuevo que Te amo, no por lo que has hecho o dejado de hacer, Te amo por tí, por la belleza y la dignidad que mi Padre te dio al crearte a Su propia imagen. Es una dignidad que muchas veces has olvidado, una belleza que has empañado por el pecado. Pero te amo como eres y he derramado Mi Sangre para rescatarte. Si sólo me lo pides con fe, Mi gracia tocará todo lo que necesita ser cambiado en tu vida: Yo te daré la fuerza para librarte del pecado y de todo su poder destructor.

Sé lo que hay en tu corazón, conozco tu soledad y todas tus heridas, los rechazos, los juicios, las humillaciones, Yo lo sobrellevé todo antes que tú. Y todo lo sobrellevé por ti, para que pudieras compartir Mi fuerza y Mi victoria. Conozco, sobre todo, tu necesidad de amor, sé que tan sediento estás de amor y de ternura. Pero cuántas veces has deseado satisfacer tu sed en vano, buscando ese amor con egoísmo, tratando de llenar el vacío dentro de tí con placeres pasajeros, con el vacío aún mayor del pecado. ¿Tienes sed de amor?

«Vengan a Mí todos los que tengan sed…» (Jn. 7, 37). Yo te saciaré y te llenaré. ¿Tienes sed de ser amado?, te amo más de lo que te puedes imaginar…. hasta el punto de morir en la cruz por ti.

TENGO SED DE TI. Sí, esa es la única manera en que apenas puedo empezar a describir mi amor. TENGO SED DE TI. Tengo sed de amarte y de que tú me ames. Tan precioso eres para mí que TENGO SED DE TI. Ven a Mí y llenaré tu corazón y sanaré tus heridas. Te haré una nueva creación y te daré la paz aún en tus pruebas. TENGO SED DE TI. Nunca debes dudar de Mi Misericordia, de mi deseo de perdonarte, de Mi anhelo por bendecirte y vivir Mi vida en tí, y de que te acepto sin importar lo que hayas hecho. TENGO SED DE TI. Si te sientes de poco valor a los ojos del mundo, no importa. No hay nadie que me interese más en todo el mundo que tú. TENGO SED DE TI. Ábrete a Mí, ven a Mí, ten sed de Mí, dame tu vida. Yo te probaré qué tan valioso eres para Mi Corazón.

¿No te das cuenta de que Mi Padre ya tiene un plan perfecto para transformar tu vida a partir de este momento? Confía en Mí. Pídeme todos los días que entre y que me encargue de tu vida y lo haré. Te prometo ante Mi Padre en el Cielo que haré milagros en tu vida. ¿Por qué haría Yo esto? PORQUE TENGO SED DE TI. Lo único que te pido es que te confíes completamente a Mí. Yo haré todo lo demás.

Desde ahora, ya veo el lugar que Mi Padre te ha preparado en Mi Reino. Recuerda que eres peregrino en esta vida viajando a casa. El pecado nunca te puede satisfacer ni traerte la paz que anhelas. Todo lo que has buscado fuera de Mí sólo te ha dejado más vacío, así que no te ates a las cosas de este mundo; pero, sobre todo, no te alejes de Mí cuando caigas. Ven a mí sin tardanza porque cuando me das tus pecados, me das la alegría de ser tu Salvador. No hay nada que yo no pueda perdonar y sanar, así que ven ahora y descarga tu alma.

No importa cuánto hayas andado sin rumbo, no importa cuántas veces me hayas olvidado, no importa cuántas cruces lleves en esta vida, hay algo que quiero que siempre recuerdes y que nunca cambiará. TENGO SED DE TI, tal y como eres. No tienes que cambiar para creer en Mi Amor, ya que será tu confianza en ese Amor la que te hará cambiar. Tú te olvidas de Mí y, sin embargo. Yo te busco a cada momento del día y estoy ante las puertas de tu corazón, llamando. ¿Encuentras esto difícil de creer? Entonces, mira la Cruz, mira Mi Corazón que fue traspasado por tí. ¿No has comprendido Mi Cruz?, entonces escucha de nuevo las palabras que dijo en ella, te dicen claramente por qué Yo soporté todo esto por ti: «…. TENGO SED» (Jn. 19, 28). Sí, TENGO SED DE TI. Como el resto del salmo que Yo estaba rezando dice de Mí: «… esperé compasión inútilmente, esperé alguien que me consolara y no le hallé.» (Salmo 69:20). Toda tu vida he estado deseando tu amor. Nunca he cesado de buscarlo y de anhelar que me correspondas. Tú has probado muchas cosas en tu afán por ser feliz. ¿Por qué no intentas abrirme tu corazón, ahora mismo, abrirlo más de lo que lo has hecho antes?

Cuando finalmente abras las puertas de tu corazón y finalmente te acerques lo suficiente entonces Me oirás decir una y otra vez, no en meras palabras humanas sino en espíritu: «no importa qué es lo que hayas hecho, te amo por ti mismo. Ven a Mi con tu miseria y tus pecados, con tus problemas y necesidades, y con todo tu deseo de ser amado. Estoy a la puerta de tu corazón y llamo… ábreme, porque TENGO SED DE TI….»

¡Oh Jesús! Cuando eras peregrino en la tierra, dijiste: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso de vuestras almas». Sí, poderoso Monarca de los cielos, mi alma encuentra el descanso al ver cómo os abajáis vistiendo forma y naturaleza de esclavo, hasta lavar los pies de vuestros apóstoles. Entonces me acuerdo de estas palabras que pronunciasteis para enseñarme a practicar la humildad: «Ejemplo os he dado para que lo que yo he hecho con vosotros, lo hagáis también vosotros. No es más el discípulo que su Maestro… Si comprendéis estas cosas, es seréis felices practicándolas». Yo comprendo, Señor, estas palabras salidas de tu Corazón dulce y humilde, y con la ayuda de vuestra gracia quiero practicarlas.

Quiero abajarme humildemente y someter mi voluntad a la de mis hermanas, sin contradecirlas en nada y sin averiguar si tienen o no derecho a mandarme. Nadie tenía, Amado mío, este derecho sobre Vos y, sin embargo, obedecisteis, no sólo a la Santísima Virgen y a San José, sino también a vuestros verdugos. Ahora os veo colmar la medida de vuestros anonadamientos en la Hostia. ¡Con qué humildad, oh, divino Rey de la gloria, os sometéis a vuestros sacerdotes, sin hacer distinción alguna entre los que os aman y los que son, por desgracia, fríos y tibios en vuestro servicio! Ya pueden adelantar o retrasar la hora del santo Sacrificio; estáis siempre pronto a descender del cielo a su llamada.

¡Oh, Amado mío, qué dulce y humilde de Corazón me parecéis bajo el velo de la blanca Hostia! No podéis abajaros más para enseñarme la humildad. Por eso, quiero responder a vuestro amor, ponerme en el último lugar, participar de vuestras humillaciones, a fin de «tener parte con Vos» en el reino de los cielos.

Os suplico, mi divino Jesús, que me envíes una humillación cada vez que intente sobreponerme a las demás.

Pero conocéis mi debilidad; cada mañana tomo la resolución de practicar la humildad, y por la noche reconozco haber cometido muchas faltas de orgullo. Al ver esto, me tienta el desaliento, pero sé que el desaliento es también una forma de orgullo. Por eso, quiero, Dios mío, fundar mi esperanza sólo en Vos. Puesto que todo lo podéis, dignaos hacer en mi alma la virtud que deseo. Para alcanzar esta gracia de vuestra infinita misericordia, os repetiré muchas veces: «¡Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo”». Amén.

Permitidme, ¡oh Corazón divino y adorable de mi Salvador!, que me dirija a Vos, y que os pregunte: ¿Por qué, Dios mío, habéis propuesto una nueva manera de inmolaros por mí en la divina Eucaristía? ¿Tenéis en tan poco, Señor, haberos ofrecido una vez a los azotes, a los dolores, a los insultos y a la muerte en Cruz, que era preciso que ahora, que estáis glorioso e inmortal, os vea expuesto sin cesar a los oprobios en vuestro Sacramento de amor, donde sois tan despreciado, insultado y pisoteado por aquellos que debieran amaros más? Dios mío, traspasad mi corazón con un rayo de vuestro amor; acordaos que, llevando el peso de mis pecados en el huerto de los Olivos y sobre la Cruz, Vuestro Corazón se ha afligido y ha gemido a la vista de mis miserias: no permitáis que vuestra tristeza, vuestros dolores, vuestras lágrimas y vuestra sangre me sean inútiles. Me habéis amado cuando yo no os amaba, cuando yo no quería amaros ni quería que me amaseis, pero ahora que sí lo quiero, os doy mi corazón, metedlo en el Vuestro, para que ya no viva sino por, en y con Vuestro Corazón. Amén.

Corazón de Jesucristo, fuente de amor y de paz,
aquí están tus fieles hijos que jamás te dejarán.
Si buscábamos un cielo lo hemos encontrado en Ti.
No tenemos ya, no tenemos ya más anhelo,
que vivir amándote a Ti.
No pedimos otro premio que en tu pecho descansar.
No buscamos más que almas, almas,
donde puedas Tú reinar.

Corazón de amores herido, Corazón de nuestro Rey,
te ofrecemos nuestras vidas, sólo tuyas quieren ser,
porque venga ya tu reino, reino de amor y de fe,
de esperanza y paz, de amor y de verdad es tu reino,
reino que nunca acabará.
Conquistarte el mundo entero, no tenemos otro afán.

No buscamos más que almas, almas
donde puedas Tú reinar.
Corazón de amores herido, Corazón de nuestro Rey,
te ofrecemos nuestras vidas, sólo tuyas quieren ser.
Tómalas Tú como quieras, gota a gota o de una vez.
¡Qué felices si, qué felices si Tú quisieras,
aceptarlas así también!
¡Qué feliz si yo pudiera ofrecerla a tus pies! y morir gritando:
¡Viva! ¡Viva! ¡Jesucristo nuestro Rey!

Postrado a vuestros pies humildemente,
vengo a pediros, Dulce Jesús mío,
poderos repetir constantemente:
¡Sagrado Corazón, en Vos confío!

Si la confianza es prueba de ternura,
esta prueba de amor daros ansío,
y aún cuando esté sumido en la amargura:
¡Sagrado Corazón, en Vos confío!

En las horas más tristes de mi vida,
cuando todos me dejen ¡oh Dios mío!,
y el alma esté por penas combatidas:
¡Sagrado Corazón, en Vos confío!

Cuando sienta venir la desconfianza,
y os obligue a mirarme con desvío,
no será confundida mi esperanza:
¡Sagrado Corazón, en Vos confío!

Si en el Bautismo que hermoseó mi alma,
yo os prometí ser vuestro y Vos ser mío,
clamaré siempre en tempestad y en calma:
¡Sagrado Corazón, en Vos confío!
Yo siento una confianza de tal suerte,
que sin ningún temor ¡oh Dueño mío!,
espero repetir hasta la muerte:
¡Sagrado Corazón, en Vos confío!

Reinad Señor, fervientes suplicamos,
sea tu amor faro en nuestro camino,
prometisteis reinar y lo esperamos;
¡Sagrado Corazón, en Vos confío!

Ábreme, oh Jesús, tu Sagrado Corazón. Muéstrame sus encantos. Úneme a Él para siempre. Que todas las respiraciones y palpitaciones de mi corazón, aun cuando esté durmiendo, te sirvan de testimonio de mi amor y te digan sin cesar: Señor, te amo. Recibe el poco bien que hago, dame tu gracia para reparar el mal que he hecho y para que te ame en el tiempo y te alabe por toda la eternidad. Amén.